El secretariado conforma un poder fáctico en el corazón de las grandes compañías. El 98% de las personas que trabajan a la sombra de los altos ejecutivos son mujeres. Controlan la agenda del jefe y son testigos de las grandes operaciones financieras. Saben más del negocio que muchos ejecutivos. La discreción es su mandamiento.
EN EL verano de 2015 la sede de Bankinter era un hervidero. El singular edificio de ladrillo rojo, diseñado por Rafael Moneo, fue testigo de múltiples reuniones. Se respiraba la atmósfera de las grandes ocasiones. El banco estaba a punto de realizar la mayor operación corporativa en sus 50 años de historia. El 2 de septiembre se puso fin a semanas de tensión con el anuncio de la compra del negocio de Barclays en Portugal. Una inversión de casi 100 millones de euros que María Julia Rodríguez vivió muy de cerca. Como secretaria de María Dolores Dancausa, consejera delegada del banco, tuvo que manejar con mimo su agenda para que pudiera concentrarse solo en los aspectos importantes de la transacción. Desde filtrar llamadas a reservar salas, pasando por la coordinación entre diferentes departamentos, ella también puso su grano de arena en la adquisición. “Son momentos de gran intensidad y carga de trabajo. Todo debe salir bien y no hay que dejar ningún cabo suelto”, explica.
Resolutivas, discretas, formadas y con un sexto sentido para interpretar estados de ánimo y situaciones, las asistentes de alta dirección constituyen un poder fáctico en muchas empresas. No resulta fácil sonsacarles detalles. Como si hubiesen hecho un voto de silencio. “Ver, oír y callar”, resume María Julia Rodríguez. Están habituadas a decir “no” con la mejor de las sonrisas. Sin embargo, si escribiesen sus memorias, estas serían muy jugosas. Basta observar qué pasa en JPMorgan, uno de los mayores bancos del mundo. En la oficina de Madrid se cuecen grandes operaciones empresariales (opas, fusiones, salidas a Bolsa…) y se gestionan algunas de las principales fortunas del país. Al leer los periódicos por la mañana, Cristina Oñate, de 51 años, secretaria de Ignacio de la Colina, presidente para España y Portugal del banco estadounidense, comprueba que algunas de las noticias que publican las ha vivido muy de cerca.